¿Sabes por qué me dedico a esto?
Bueno, es porque yo rompía mis juguetes.
Los abría, los desarmaba, los destruía para siempre.
Creo que solo por el gusto de romperlos, pero a veces quería saber cómo eran por dentro, cómo funcionaban.
Un juguete recibido en navidad, dificilmente llegaba sano hasta año nuevo. Supongo que era más divertido romperlos que jugar con ellos.
A mis 5 o 6 años, mi papá nos trajo un tesoro.
Era un televisor a válvulas muy viejo que había sido de mi abuela.
Por seguridad, había tirado el tubo y las válvulas a la basura.
Compró además un alicate Bahco, de mango azul y nos dijo a mi hermano y a mí:
—Este alicate puede cortar las cuerdas de un piano —declaró con orgullo.
Yo no tenía la menor idea de cómo era una de esas cuerdas, pero nos pareció la herramienta más destructiva del mundo.
También nos dio una caja de herramientas que recuerdo muy bien.
Era de chapa, color verde metálico. Estaba vieja y toda oxidada, tenía una traba y desoldada una de las bisagras de la tapa.
Para nosotros, esa caja era como el cofre de un pirata y el alicate era el sable con el que podíamos cortar y arrancar nuestro tesoro.
Disfrutábamos guardando esos pequeños trofeos: pedacitos de cables, alambres y componentes, que poníamos ordenados dentro de la caja y hasta discutíamos por tener el turno con el alicate destructor.
Recuerdo ese televisor, esa caja vieja y oxidada y ese olor como metálico y penetrante que tenían los componentes.
También recuerdo que todo lo hicimos en un rincón, arrodillados en el piso frente a esa caja vieja, trabajando con saña y a escondidas.
Era como si supiéramos que romper estaba mal, pero igualmente, no podíamos parar de hacerlo.
Todos los juguetes siguieron teniendo vidas muy cortas, igual que la paciencia de mi papá para arreglarlos.
Creo que es por eso que me gustan las máquinas. Me obsesiona saber cómo funcionan las cosas, cómo las fabricaron, cómo se pueden arreglar.
Un día, hace muchos años, me pregunté por qué me dedico a esto y mi memoria me trajo esta historia y esos recuerdos.
Romper ese televisor fue como plantar una semilla que creció y se transformó en lo que más me apasiona en la vida.
Ese árbol ha dado sus frutos y hoy reclama que otras personas puedan conocer mis anecdotas y mis experiencias.
Por eso estoy escribiendo esto, es como si el fantasma de mis juguetes destrozados me pidiera ayudar a otras personas a arrelgar y dar nueva vida a lo que sea que haya dejado de funcionar.
Si estás leyendo estas líneas, te invito a ser parte de esta comunidad donde a traves de mis mails, comparto mis historias y experiencias.